ASCENDENCIA, NACIMIENTO E INFANCIA DE MARIA

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

I.        Buscando antecedentes

 

Hoy día y como siempre, no ha dejado ser interesante buscar antecedentes de la ascendencia, del nacimiento y de la infancia de María, la Madre de Dios, ella es nuestra reconocida Madre, es nuestra gran intercesora, es así, como esta en todas nuestras oraciones, y reconocemos que es la mas tierna consoladora de los afligidos, y de ella recibimos los milagros mas inimaginable y no se ha oído nunca decir a alguien que no haya oídos sus suplicas y ruegos.

 

Conocemos más a María, porque sentimos su amorosa presencia que por antecedentes escritos sobre su vida, quizás alguien podría decir que con eso basta, y no deja de tener razón, pues he oído testimonios de personas muy desprovistos de recursos de lectura y casi sin una gran preparación en los conocimientos de la cultura y las letras, hablar con tanta propiedad de nuestra Virgen María, que pareciera que han realizado un profundo estudio sobre ella.

 

Pero para que ir más lejos, uno de sus hijos, allá en Méjico, un día sábado de 1531 a principios de diciembre, nativo de ese lugar, llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a clase de catecismo y a la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: "Juanito, Juan Dieguito.", él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Como Juan Diego, tenemos a Bernardita en Lourdes, a Melanie y Máximo en la Salette, los pastorcitos en Fátima, y así tantas personas sencillas e humildes, que nos han entregado su testimonio. 

II.       Maria en los Evangelios

 

Al leer los Evangelios, nos sorprende al encontrar tan poco sobre María, Santos, beatos, teólogos, religiosos y hombres interesado han tratado de alumbrar esta oscuridad de María, algunos dicen que se habla muy poco de ella y otros que es suficiente por que encuentran que esta mencionada ocho veces, entonces toda la gran historia sobre nuestra Señora Madre de Dios, esta inspirada en muchas ocasiones, por el amor de los hombre y por tener el espíritu de sentir su maternal presencia en nosotros, y hemos hecho a través de los años una hermosa narración literaria.

III.      El Protoevangelio

 

Proto, es un elemento compositivo prefijo que significa «primero o anterior», por ejemplo protohistoria, su etimología es del griego, prôtos.

 

Entonces Protoevangelio, lo entendemos como anterior a los Evangelios, pero en cuanto a las historia que se narra, debido a que la fecha que se le conoce a este, es que data de finales del siglo II.

 

Por otra parte, se le conoce también a esta narración, como apócrifa, palabra que literalmente se entiende como algo falso, supuesto o fingido, así se habla en algunos términos de un autor apócrifo. Sin embargo, para este Protoevangelio apócrifo, lo hacemos para referirnos a un libro de materia sagrada, que se atribuye a un autor sagrado, pero que no está incluido en la lista de los libros reconocidos por la Iglesia como inspirados.

IV.     La ascendencia de David, Según el Evangelista San Lucas

 

San Lucas, nos entrega información sobre la ascendencia de María de la Forma Siguiente, (Lc 1,32) Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; mas adelante nos dice; (Lc 1,69) Ahora sale triunfante nuestra salvación en la casa de David, su siervo, y según San Pablo, (Rom 1,3) acerca de su Hijo--quien, Según la carne, era de la descendencia de David; luego S. Lucas también nos señala (Lc 1), una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María, para todos, esta última frase "de la familia de David" no se refiere a José, sino a María, porque la narración que se hace en el párrafo, el personaje a quien se refiere es a ella. En el texto (Lc 3,23) puede explicarse de forma que Heli sea el padre de María: Jesús ya había pasado los treinta años de edad cuando comenzó. Para todos era el hijo de José, hijo de Helí. En estas explicaciones el nombre de María no se menciona explícitamente, pero va implícito; ya que Jesús es el hijo de Heli a través de María.

V.      Sus padres

 

El nombre del padre de María, Heli, coincide con el nombre del padre de Nuestra Señora según una tradición basada en la narración del Protoevangelio de Santiago, un Evangelio apócrifo que data de finales del siglo II. Según este documento, los padres de María eran Joaquín y Ana.

VI.     Joaquín Padre de Maria

 

Ahora bien, el nombre de Joaquín es sólo una variante de Heli o Eliachim, sustituyendo un nombre divino (Yahvé) por otro (Eli, Elohim).

 

Según el protoevangelio, sabemos que consta en las historias de las doce tribus de Israel que había un hombre llamado Joaquín, este era rico y aportaba ofrendas dobles, diciendo: “El excedente de mi ofrenda será para todo el pueblo, y lo que ofrezca en expiación de mis faltas será para el Señor, a fin de que se me muestre propicio”. Habiendo llegado el gran día del Señor, los hijos de Israel aportaban sus ofrendas.

 

Así es, como Rubén se puso ante Joaquín, y le dijo: No te es lícito aportar tus ofrendas el primero, porque no has engendrado, en Israel, vástago de posteridad, entonces Joaquín se contristó en gran medida, y se dirigió a los archivos de las doce tribus de Israel, diciéndose: “Veré en los archivos de las doce tribus si soy el único que no ha engendrado vástago en Israel”. Entonces buscando minuciosamente halló que todos los justos habían procreado descendencia en Israel. Luego se acordó del patriarca Abraham, y de que Dios, en sus días postrimeros, le había dado por hijo a Isaac.

 

Joaquín había quedado muy afligido, y no se presentó a su mujer, entonces se retiró al desierto, allí monto su tienda, y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciendo entre sí: “No comeré, ni beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me visite, la oración será mi comida y mi bebida”.

 

Muchos han escrito, basado en este protoevangelio el nacimiento de María se consiguió gracias a las fervientes oraciones de Joaquín y Ana cuando ya tenían una edad avanzada.

VII.    Ana madre de Maria

 

Así como Joaquín pertenecía a la familia real de David, también se supone que Ana era descendiente de la familia sacerdotal de Aarón; por ello decimos que Jesucristo, el Eterno Rey y Sacerdote, descendía de una familia real y sacerdotal.

 

Ana, la mujer de Joaquín, se deshacía en lágrimas, y lamentaba su doble aflicción, diciendo: “Lloraré mi viudez, y lloraré también mi esterilidad”. Sin embargo habiendo llegado el gran día del Señor, se le acerco Judith, su sierva, y le dijo: ¿Hasta cuándo este abatimiento de tu corazón? He aquí llegado el gran día del Señor, en que no te es lícito llorar, pero toma este velo, que me ha dado el ama del servicio, y que yo no puedo ceñirme, porque soy una sierva, y él tiene el signo real”, sin embargo Ana le respondió “Apártate de mi lado, que no me pondré eso, porque el Señor me ha humillado en gran manera”. En su tristeza Ana le dijo luego “Acaso algún perverso te ha dado ese velo, y tú vienes a hacerme cómplice de tu falta”. Pero Judith no quería nada malo de Ana, por eso luego le respondió: ¿Qué mal podría desearte, puesto que el Señor te ha herido de esterilidad, para que no des fruto en Israel?

 

Pero Ana, se encontraba apenada, triste, sumamente afligida, entonces se despojó de sus vestidos de duelo, y se lavó la cabeza, se vistió con su traje nupcial, y a cierta hora propicia se fue a su jardín, para pasear, en eso se fijo en laurel y se colocó bajo su sombra, allí medito y rogó al Señor, diciendo: “Dios de mis padres, bendíceme, y acoge mi plegaria, como bendijiste las entrañas de Sara, y le diste a su hijo Isaac”

VIII.   Las lamentaciones de Ana madre de Maria

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Ana se lamentaba al ver su realidad, pero no por ello, no dejaba de tener esperanza, pues su fe en Dios, no la abandona, y confiada en que es oída, ella expresaba su dolor en palabras, así un día levantando los ojos al cielo, vio un nido de gorriones, y lanzó un gemido, diciéndose:

 

“¡Desventurada de mí! ¿Quién me ha engendrado, y qué vientre me ha dado a luz? Porque me he convertido en objeto de maldición para los hijos de Israel, que me han ultrajado y expulsado con risa y burla del templo del Señor”.

 

“¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a los pájaros del cielo, porque aun los pájaros del cielo son fecundos ante ti, Señor”.

 

“¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a las bestias de la tierra, porque aun las bestias de la tierra son fecundas ante ti, Señor”.

 

“¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a estas aguas, porque aun estas aguas son fecundas ante ti, Señor.”

 

“¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a esta tierra, porque aun esta tierra produce fruto a su tiempo, y te bendice, Señor”

IX.     La promesa divina

 

Dios no ha dejado nunca de escuchar los ruegos de sus hijos, es así como una un ángel del Señor apareció, se le apareció a Ana y le dijo: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado y atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra.”, Ana, se sentía maravillada con la noticia, como no iba a estarlos, después de tantos años, de haber sido humillada en burla por su condición, recibía de buena fuente la mejor y la esperada de sus noticias buena, por eso Ana respondió a ángel: “Tan cierto como el Señor, mi Dios, vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida”

 

Se encontraba Ana esperando por su esposo, cuando dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: “Joaquín tu marido viene a ti con sus rebaños”. Noticia muy buena y alegre para Ana, que estaba ansiosa de compartir con su esposo las buenas novedades, y más feliz aún cuando los mensajeros le dijeron; “Un ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole: Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer Ana concebirá en su seno.

 

Inmediatamente Joaquín salió, y llamó a sus pastores, diciendo: Traedme diez corderos sin mácula, estos es sin mancha, y serán para el Señor mi Dios; y doce terneros, y serán para los sacerdotes y para el Consejo de los Ancianos; y cien cabritos, y serán para los pobres del pueblo”

 

Así fue como Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de su casa, lo vio venir, y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello, diciendo: “Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones; porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en mis entrañas.”, entonces Joaquín entró a su hogar y guardó reposo en aquel primer día.

X.      El nacimiento de María, consideraciones

 

En lo referente al lugar de nacimiento de Nuestra Señora Madre, existen tres tradiciones diferentes que hay que considerar.

 

Primero, se ha situado el acontecimiento en Belén. Esta opinión se basa en la autoridad de los siguientes testigos: ha sido expresada en un documento titulado "De nativ. S. Mariae" incluido a continuación de las obras de San Jerónimo; es una suposición más o menos vaga del Peregrino de Piacenza, llamado erróneamente Antonino Mártir, que escribió alrededor del 580 d. de J.C. finalmente, los Papas Pablo II (1471), Julio II (1507), León X (1519), Pablo III (1535), Pío IV (1565), Sixto V (1586) e Inocencio XII (1698) en sus Bulas referentes a la Santa Casa del Loreto afirman que la Bienaventurada Virgen nació, fue educada y recibió la visita del ángel en la Santa Casa. Sin embargo, estos pontífices no deseaban en realidad decidir sobre una cuestión histórica; ellos simplemente expresan la opinión de sus épocas respectivas.

 

Una segunda tradición situaba el nacimiento de Nuestra Señora en Seforis, unas tres millas al norte de Belén, la Diocaesarea romana, y la residencia de Herodes Antipas hasta bien entrada la vida de Nuestro Señor. La antigüedad de esta opinión puede deducirse por el hecho de que bajo el reinado de Constantino se erigió en Seforis una iglesia para conmemorar la residencia de Joaquín y Ana en dicho lugar. San Epifanio habla de este santuario. Pero esto sólo demuestra que Nuestra Señora debió vivir durante algún tiempo en Seforis con sus padres, sin que por ello tengamos que creer que nació allí.

 

La tercera tradición, dice que María nació en Jerusalén, es la más probable de las tres. Hemos visto que se basa en el testimonio de San Sofronio, de San Juan Damasceno. La Festividad de la Natividad de Nuestra Señora no se celebró en Roma hasta finales del siglo VII; sin embargo, dos sermones encontrados entre los escritos de San Andrés de Creta (m. 680) implican la existencia de esta fiesta y nos hacen suponer que fue introducida en una fecha más temprana en otras iglesias. En 1799, el décimo canon del Sínodo de Salzburgo señala cuatro fiestas en honor de la Madre de Dios: la Purificación, el 2 de febrero; la Anunciación, el 25 de marzo; la Asunción, el 15 de agosto y la Natividad, el 8 de septiembre.

XI.     Concepción de María

 

Según el Protoevangelio de Santiago, sabemos que Joaquín al día siguiente, presentó sus ofrendas, diciendo entre sí de esta manera: “Si el Señor Dios me es propicio, me concederá ver el disco de oro del Gran Sacerdote”. Entonces sucedió que una vez presentada sus ofrendas, fijó su mirada en el disco del Gran Sacerdote, cuando éste subía al altar, y no notó mancha alguna en sí mismo, en ese instante Joaquín dijo: “Ahora sé que el Señor me es propicio, y que me ha perdonado todos mis pecados”, y salió justificado del templo del Señor, y volvió muy conforme a su casa.

 

Los meses de Ana se fueron cumpliendo, hasta llegar al noveno mes y dio a luz. Podemos imaginar cual fue la alegría de Ana, cunado sintió el primer llanto, y sin preocuparse del normal instante de dolor físico del parto preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera contestó: Una niña, suponemos que la tomo en sus brazo, la acarició tiernamente, es lo que toda madre hace naturalmente al nacimiento de su hijo, entonces Ana expresó: “Mi alma se ha glorificado en este día”. Imaginemos ahora entonces, que Ana acostó a la niña en su cama y cuando fue prudente le dio el pecho a la niña, y entre eso la llamó María.

Gruta de la Casa de la Virgen María en Nazareth
Gruta de la Casa de la Virgen María en Nazareth

XII.    La casa de Maria

 

Según San Lucas [Lc 1,26] Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, [Lc 1,27] a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Entonces, por este evangelista sabemos que María vivía en Nazaret, ciudad de Galilea, todo esto en el momento de la Anunciación.

 

Una determinada tradición sostiene que fue concebida y nació en la misma casa en la que el Verbo se hizo carne. Otra tradición, basada en el Evangelio de Santiago, considera Seforis como la primera casa de Joaquín y Ana, aunque se dice que después vivieron en Jerusalén, en una casa llamada Probática por San Sofronio de Jerusalén. Probática, un nombre que probablemente procedía de un estanque llamado Probática o Betzata en San Juan (5:2), cercano al santuario. Aquí fue donde nació María. Alrededor de un siglo después, sobre el 750 d. de J.C., San Juan Damasceno afirma de nuevo que María nació en Probática.

 

Se dice que, ya en el siglo V, la emperatriz Eudoxia construyó una iglesia en el lugar en que nació María, y donde sus padres vivieron en su ancianidad. La actual iglesia de Santa Ana se encuentra a una distancia de menos de 30 metros de la piscina Probática. El 18 de marzo de 1889 se descubrió una cripta que encierra el sitio en que se supone que Santa Ana fue enterrada. Probablemente ese lugar fue en su origen un jardín en el que Joaquín y Ana recibieron sepultura. En su época todavía estaba situado fuera de los muros de la ciudad, unos 1.200 metros al norte del Templo. Otra cripta cercana a la tumba de Santa. Ana se cree que es el lugar donde nació la Bienaventurada Virgen; por ello, en los primeros tiempos se le llamó a esa iglesia Santa María de la Natividad. En el valle Cedrón, cerca de la carretera que lleva a la iglesia de la Asunción, hay un pequeño santuario que contiene dos altares, que se cree que están edificados sobre las tumbas de San Joaquín y Santa Ana; sin embargo, estos sepulcros pertenecen a la época de las Cruzadas. También en Séforis los cruzados reemplazaron un antiguo santuario situado sobre la legendaria casa de San Joaquín y Santa Ana por una gran iglesia. Después de 1788 parte de esta iglesia fue restaurada por los Padres Franciscanos.

 

XIII.   El primer año

 

Conocemos por el protoevangelio, que la niña se fortificaba de día en día y cuando tuvo seis meses, su madre la puso en el suelo, para ver si se mantenía en pie, y se dice que la niña dio siete pasos, y luego avanzó hacia el regazo de su madre, que la levantó, diciendo: “Por la vida del Señor, que no marcharás sobre el suelo hasta el día que te lleve al templo del Altísimo”. Luego de esto estableció un santuario en su dormitorio, y no le dejaba tocar nada que estuviese manchado, o que fuese impuro, y como ayuda, llamó a las hijas de los hebreos que se conservaban sin mancilla, esto es sin deshonra o desprestigio y ellas se dedicaban a atender y a entretener a la niña con sus juegos.

 

Cuando la pequeña María, llegó a la edad de un año, Joaquín celebró un gran banquete, e invitó a él a los sacerdotes y a los escribas y al Consejo de los Ancianos y a todo el pueblo israelita, en ese encuentro presentó la niña a los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: “Dios de nuestros padres, bendice a esta niña, y dale un nombre que se repita siglos y siglos, a través de las generaciones”. Y todo los asistente, todo el pueblo dijo: “Así sea, así sea”. Así fue, como Joaquín la presentó a los príncipes de los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: “Dios de las alturas, dirige tu mirada a esta niña, y dale una bendición suprema”.

 

 

Poéticamente se dice que su madre la llevó al santuario de su dormitorio, y le dio el pecho y luego entonó un cántico al Señor Dios, diciendo: “Elevará un himno al Señor mi Dios, porque me ha visitado, y ha alejado de mí los ultrajes de mis enemigos, y me ha dado un fruto de su justicia a la vez uno y múltiple ante Él. ¿Quién anunciará a los hijos de Rubén que Ana amamanta a una hija? Sabed, sabed, vosotras las doce tribus de Israel, que Ana amamanta a una hija, después, dejó reposando a la pequeña María en el santuario del dormitorio, y salió, y sirvió a los invitados, terminado el convite, todos salieron llenos de júbilo, y glorificando al Dios de Israel.

XIV.  La Presentación de María

 

Según Éxodo 13:2 y 13:12, todo primogénito hebreo debía ser presentado en el Templo. Dicha ley llevaría a los padres judíos piadosos a observar el mismo rito religioso con otros hijos favoritos. Ello hace suponer que Joaquín y Ana presentaron a su hija, obtenida tras largas y fervientes oraciones, en el Templo.

 

En cuanto a María, S. Lucas (1:34) nos dice que respondió al ángel que le anunciaba el nacimiento de Jesucristo: "cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón". Estas palabras difícilmente pueden ser entendidas, a menos que supongamos que María había hecho voto de virginidad, ya que cuando las pronunció estaba desposada (prometida en matrimonio) con San José. La ocasión más adecuada para tal voto fue su presentación en el Templo. Del mismo modo que algunos Padres admiten que las facultades de San Juan Bautista fueron desarrolladas prematuramente por una intervención especial del poder divino, se puede admitir la existencia de una gracia similar para con la hija de Joaquín y Ana.

 

Sin embargo, todo lo referido anteriormente no supera la certeza de la probabilidad de unas conjeturas piadosas. La consideración de que Nuestro Señor no podía rehusarle a su bendita Madre cualquier favor que dependiera exclusivamente de su magnificencia, no tiene un valor mayor que el de un argumento a priori. La certeza sobre esta cuestión debe depender de testimonios externos y de las enseñanzas de la Iglesia.

 

Ahora bien, el Protoevangelio de Santiago (7-8) y el documento titulado "De nativit. Mariae" (7-8), afirman que Joaquín y Ana, cumpliendo un voto que habían hecho, presentaron a la pequeña María en el Templo cuando tenía tres años de edad; que la criatura subió sola los escalones del Templo, y que hizo su voto de virginidad en dicha ocasión. San Gregorio de Nyssa y S. Germán de Constantinopla aceptaron este testimonio, que también fue seguido por pseudo-Gregorio de Naz. en su "Christus patiens". Además, la Iglesia celebra la Festividad de la Presentación, aunque no especifica a qué edad fue presentada la pequeña María en el Templo, cuándo hizo su voto de virginidad y cuáles fueron los dones especiales naturales y sobrenaturales que Dios le concedió. La festividad es mencionada por primera vez en un documento de Manuel Commenus, en 1166; desde Constantinopla, la festividad debió ser introducida en la Iglesia occidental, donde la podemos hallar en la corte papal de Aviñón en 1371; alrededor de un siglo más tarde, el Papa Sixto IV introdujo el Oficio de la Presentación, y en 1585 el Papa Sixto V extendió la Festividad de la Presentación a toda la Iglesia.

XV.   Consagración de María en el templo

 

Los meses se sucedían para la pequeña María, y cuando llegó a la edad de dos años, Joaquín su padre, dijo: “Llevémosla al templo del Señor, para cumplir la promesa que le hemos hecho, no sea que nos la reclame, y rechace nuestra ofrenda”. Sin embargo Ana, su madre estimo que aún era pronto y respondió: “Esperemos al tercer año, a fin de que la niña no nos eche de menos”. Joaquín, comprensivo y buen esposo, siempre daba respuesta que mostraban la unidad y el acuerdo matrimonial, acepto y cariñosamente le respondió “Esperemos”.

 

Entonces, un año mas tarde, cuando la niña María llegó a la edad de tres años, se dispusieron a cumplir con lo prometido, así fue que Joaquín dijo: “Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás, y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor”. La hijas de los hebreos, hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Allí esperaba y fue recibido por el Gran Sacerdote, quien recibió a la niña, la tomo en sus brazos, la bendijo, y exclamó: “El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de Israel”.

 

Luego del recibimiento, hizo sentarse a la niña en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre ella, y ella danzó sobre sus pies y toda la casa de Israel la amó.

XVI.  La Infancia y adolescencia de Maria

 

Las escrituras apócrifas a las que nos hemos referido en el los párrafos anterior afirman que María permaneció en el Templo después de su presentación para ser educada con otros niños judíos. Allí ella disfrutó de hermosas visiones y visitas diarias de los santos ángeles.

 

Cuando ella contaba doce años, el sumo sacerdote quiso enviarla a casa para que contrajera matrimonio. María le recordó su voto de virginidad, y confundido, el sumo sacerdote consultó al Señor. Entonces llamó a todos los hombres jóvenes de la estirpe de David y prometió a María en matrimonio a aquel cuya vara retoñara y se convirtiera en el lugar de descanso del Espíritu Santo en forma de paloma, San José fue el agraciado en este proceso extraordinario.

 

Esto habría sucedido así: Joaquín y Ana, sus padres, salieron del templo, llenos de admiración, y glorificando al Omnipotente, porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo del Señor, nutriéndose como una paloma, y recibía su alimento de manos de un ángel.

 

San Gregorio de Nyssa, San Germán de Constantinopla y pseudo-Gregorio Nacianceno parecen admitir estas leyendas. Además, el emperador Justiniano permitió que se construyera una basílica en la plataforma del antiguo Templo, en memoria de la estancia de Nuestra Señora en el santuario; la iglesia fue llamada la Nueva Santa María, para distinguirla de la iglesia de la Natividad. Se cree que es la moderna mezquita de Al-Aqsa.

 

Por otra parte, la Iglesia no se pronuncia en lo que respecta a la estancia de María en el Templo. San Ambrosio, cuando describe la vida de María antes de la Anunciación, supone expresamente que vivía en la casa de sus padres. Todas las descripciones del Templo judío que pueden poseer algún valor científico nos dejan a oscuras en cuanto a la existencia de lugares en los que pudieran haber recibido su educación las muchachas jóvenes. La estancia de Joas en el Templo hasta la edad de siete años no apoya el supuesto de que las chicas jóvenes fueran educadas dentro del recinto sagrado, ya que Joas era el rey, y fue obligado por las circunstancias a permanecer en el Templo (cf. IV Reyes 11:3). La alusión de II Macabeos 3:19, cuando dice "las doncellas, recogidas" no demuestra que ninguna de ellas fuera retenida en los edificios del Templo. Si se dice de la profetisa Ana (Lucas 2:37) que "no se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día", nosotros no suponemos que ella viviera de hecho en una de las habitaciones del templo. Como la casa de Joaquín y Ana no se encontraba muy alejada del Templo, podemos suponer que a la santa niña María se le permitía a menudo visitar los sagrados edificios para que pudiera satisfacer su devoción.

 

Cuando llegó a la edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida tomaremos con ella, para que no mancille el santuario? Y dijeron al Gran Sacerdote: Tú, que estás encargado del altar, entra y ruega por María, y hagamos lo que te revele el Señor. El Gran Sacerdote, poniéndose su traje de doce campanillas, entró en el Santo de los Santos, y rogó por María. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo, y que éstos vengan cada cual con una vara, y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa. Y los heraldos salieron, y recorrieron todo el país de Judea, y la trompeta del Señor resonó, y todos los viudos acudieron a su llamada.

 

Se consideraba que las doncellas judías habían alcanzado la edad del matrimonio cuando cumplían doce años y seis meses, aunque la edad de la novia variaba según las circunstancias. El matrimonio era precedido por los esponsales, después de los cuales la novia pertenecía legalmente al novio, aunque no vivía con él hasta un año después, que era cuando el matrimonio solía celebrarse. Todo esto coincide con el lenguaje de los evangelistas. San Lucas (1:27) llama a María " una virgen desposada con un varón de nombre José"; S. Mateo (1:18) dice "Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo". Como no tenemos noticia de ningún hermano de María, debemos suponer que era una heredera, y estaba obligada por la ley de Números 36:3 a casarse con un miembro de su tribu. La ley misma prohibía el matrimonio entre determinados grados de parentesco, de modo que incluso el matrimonio de una heredera se dejaba más o menos a su elección.

 

Según la costumbre judía, la unión de José y María tenía que ser concertada por los padres de José. Uno se puede preguntar por qué María accedió a sus esponsales, cuando estaba ligada por su voto de virginidad. De la misma manera que ella había obedecido la inspiración divina al hacer su voto, también la obedeció al convertirse en la novia prometida de José. Además, hubiera sido un caso singular entre los judíos el rehusar los esponsales o el matrimonio, ya que todas las doncellas judías aspiraban al matrimonio como la realización de un deber natural. María confió implícitamente en la guía de Dios, y por ello estaba segura de que su voto sería respetado incluso en su estado de casada.

XVII. La presencia de José

 

Cuan José recibió la noticia, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás viudos, y, todos congregados, fueron a encontrar al Gran Sacerdote. Este tomó las varas de cada cual, penetró en el templo, y oró. Cuando hubo terminado su plegaria, volvió a tomar las varas, salió, se las devolvió a sus dueños respectivos, y no notó en ellas prodigio alguno. Luego José tomó la última, y he aquí que una paloma salió de ella, y voló sobre la cabeza del viudo. Asombrado el Gran Sacerdote dijo a José: Tú eres el designado por la suerte, para tomar bajo tu guarda a la Virgen del Señor. Sin embargo, José no se lo podía creer, y no salís de su asombre, aún mas, se negaba a ello, diciendo: “Soy viejo, y tengo hijos, al paso que ella es una niña. No quisiera servir de irrisión (objeto de risas y burlas) a los hijos de Israel. Y el Gran Sacerdote respondió a José: Teme al Señor tu Dios, y recuerda lo que hizo con Dathan, Abiron y Coré, y cómo, entreabierta la tierra, los sumió en sus entrañas, a causa de su desobediencia. Teme, José, que no ocurra lo mismo en tu casa.

 

Entonces José, lleno de temor, recibió a María bajo su guarda, diciéndole: He aquí que te he recibido del templo del Señor, y que te dejo en mi hogar. Ahora voy a trabajar en mis construcciones, y después volveré cerca de ti. Entretanto, el Señor te protegerá.

XVIII.            El velo del templo

 

He aquí que los sacerdotes se reunieron en consejo, y dijeron: “Hagamos un velo para el templo del Señor. Y el Gran Sacerdote dijo: Traedme jóvenes sin mancilla de la casa de David. Y los servidores fueron a buscarlas, y encontraron siete jóvenes. Y el Gran Sacerdote se acordó de María, y de que era de la tribu de David, y de que permanecía sin mancilla ante Dios. Luego, los servidores partieron, y la trajeron. Introdujeron a las jóvenes en el templo del Señor, y el Gran Sacerdote dijo: Echad a suertes sobre cuál hilará el oro, el jacinto, el amianto, la seda, el lino fino, la verdadera escarlata y la verdadera púrpura. Entonces la verdadera escarlata y la verdadera púrpura tocaron a María, que, habiéndolas recibido, volvió a su casa. Así fue, como en este momento, Zacarías quedó mudo, y Samuel lo reemplazó en sus funciones, hasta que recobró la palabra. Y María tomó la escarlata, y empezó a hilarla.

 

Bibliografía

Protoevangelio de Santiago

Enciclopedia Catolica

Caminando con Jesús

 

María, madre mía, eres dueña de mi corazón

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 

 

 

Fuente: www.caminando-con-maria.org